Las piernas ya no respondían como antaño. En 1950, Cuevillas mantenía el aspecto de dandy que lo caracterizara desde su juventud, pero perdiera la agilidad que requiría el trabajo de un arqueólogo. Un arqueólogo que no puede ir al campo no es un arqueólogo completo, pensaba Cuevillas. A su derecha, Luis Pericot está de visita en Galicia y se aloja en la casa de Cuevillas. Aprovechan para visitar Castromao. Tres años mis tarde, durante el III Congreso Nacional de Arqueología, Cuevillas ya no puede acompañarlo en la subida al Castro de San Cibrao de Las. Desde los años treinta, Cuevillas sufría una grave afección reumática. En calidad de farmacéutico, que nunca ejerció más que para sí mismo, probó todos los remedios que salían, sin resultado.
La enfermedad lo privó de ir al campo pero favoreció que pudiera dedicarse a las grandes monografías que iba a confeccionar en esta época. La base estaba recogida en las décadas anteriores. Desde 1920 un inmenso trabajo de estudio del territorio: el catálogo de los castros y de las mámoas gallegas, los estudios comarcales, plasmados en rutas como la del Deza o Melide, Calvos de Randín o la Parroquia de Velle. La excavación de estaciones megalíticas o de numerosos castros gallegos y la sistematización de la prehistoria gallega. Todo desde el conocimiento de las fuentes antiguas y de las más avanzadas teorías y métodos.
La intensa actividad despuntó en la ciencia arqueológica. En la escuela catalana de arqueología, dirigida por Bosch Gimpera brilló pronto la figura de Cuevillas, por eso, cuando su discípulo Pericot viene a desempeñar la cátedra de Arqueología de la Universidad de Santiago en 1925 trae la misión -recomendada también por Obermaier- de buscar a Cuevillas y canalizar su trabajo hacia la Universidad. Desde 1928, juntos, dirigen las excavaciones del castro de Troña en Mondariz y consolidan una profunda, sincera, fiel y desinteresada amistad. Cuevillas es la indiscutible referencia de la arqueología gallega de su tiempo y Pericot una de las figuras claves de la prehistoria española. Desde el año anterior tuviera que abandonar Galicia y solo volvería en contadas ocasiones, como la que inmortaliza la fotografía. Cuando Florentino Cuevillas fallece, Pericot, en las páginas del Boletín de la Comisión de Monumentos, escribe un emotivo recuerdo sobre la fascinación que le produjera tanto el científico como la persona.
Cuevillas y Pericot desarrollaron, junto a otras personas, una fructífera y admirable labor en los años veinte. Como reconocimiento, cuando se cumpren cien años del nacimiento de la Revista Nós, el medio en el que Cuevillas y esta Generación publica sus indagaciones arqueológicas, este Museo quiere participar en el aniversario con dos acciones.
Por un lado, queremos mostrar la experiencia arqueológica desarrollada en Galicia desde 1920 hasta 1936, el fin de la revista y del movimiento. Qué se está haciendo en cada lugar y qué novedades se acercan. Igual que lo hacían en su tiempo, también con un ojo puesto en Portugal.
Por otro lado, publicaremos la correspondencia personal de Cuevillas, como medio de conocer facetas de su personalidad menos estudiadas, introducirnos en la intrahistoria de muchos proyectos y descubrir o percibir éxitos, fracasos y preocupaciones vividas.
A lo largo de este año estamos dedicando a la celebración del centenario cada Pieza del mes. En fechas más próximas acercamos estas dos nuevas iniciativas tomando como referencia la figura de Florentino Cuevillas, quien además de forjar y apoderar la identidad gallega contribuyó al incremento, estudio y salvaguarda de los fondos de este Museo.