La Dona del Museo habitó en él desde que se expuso hace más de cinco décadas; quedó en la escalera como una Victoria de Samotracia que tanto impresionó a Acisclo y va a ser fuente de inspiración en sus obras posteriores, en los hermosos torsos de terracota en los que recoge la tradición mediterránea.
Esta escultura de Acisclo lleva poesía que late en una materia viva, orgánica y pura. La Dona del Museo, mujer sin edad, constreñida a la verticalidad, curvatura y estrechura del tronco de castaño, retuerce los brazos en un abrazo a sí misma y se nos muestra desnuda de ropa y colores. Naturalidad suprema, sin más aderezo que los ennegrecimientos producidos por las quemaduras. El fuego y la madera la parieron, Acisclo fue el maestro cirujano que supo arrancársela al tronco. Aun sangran en los laterales los trazos de lápiz rojo marcándole el camino a la gubia. Hay partes donde la madera apenas fue tocada, respetando nudos en su original expresión, en una humilde complicidad entre el artista y la materia. La aparente sencillez y carácter artesano que emana esta imagen no oculta una concepción intelectual previa y su posterior ejecución alumbrando un misterio intemporal. Es la especie humana en estado puro, la existencia sin necesidad de historia.
Hoy, la Dona do Museo, nos susurrò que aquel que la creó está de cumpleaños.
Felicidades Acisclo!
Más información en la Pieza del mes de noviembre de 2015