Frasco de pólvora
Los frascos para pólvora fueron parte del equipo de los tiradores cuando menos durante tres cientos años hasta la popularización de las armas de cartucho metálico, en la década de entre 1860 y 1870. Se utilizaba habitualmente un cuerno de vacuno. Se desconoce el porqué de la elección de este material orgánico para tal uso con preferencia sobre otros. Quizás fue elegido por su ergonomía y ligereza o porque el propio material presenta características intrínsecas que lo hacen idóneo para almacenar un producto altamente higroscópico y por tanto propenso a apelmazarse y alterarse con cierta facilidad, algo frecuente en los recipientes metálicos empleados sobre todo en los siglos XVIII y XIX que al condensar la humedad, estropeaban la pólvora. Sea como fuere lo cierto es que los tratados de caza de época recomiendan el uso de este material con preferencia sobre otros y la imagen de cargar un arma vertiendo en el cañón la pólvora de un cuerno es algo que asociamos con cierta facilidad.
Esta pieza ya reclamó la atención de Xaquín Lorenzo Fernández que la dibujó y describió de manera minuciosa en un artículo publicado en el Boletín Auriense en 1981, pero además el propietario del frasco quiso dejar con una inscripción constancia de su nombre y también una fecha que nos acerca a la época de su manufactura y uso: “BYBA MI DUEÑO ROMUALDO MARTNEZ CORDERO 1851″ pregona la inscripción, fórmula por otro lado muy socorrida en la época a la hora de adornar objetos personales de las más variadas formas y utilidades y loar al mismo tiempo al propietario.