Tejerizo desmontó la visión de la Alta Edad Media como “oscura”, mostrando la riqueza de las aldeas y la iniciativa del campesinado gallego. Destacó el debate entre continuidad y ruptura con los castros, así como el colapso del mundo romano con el declive de ciudades y villas. El nacimiento de nuevos asentamientos rurales con silos subterráneos, casas sencillas pero duraderas y una organización compleja y estable se aleja mucho de la idea de inestabilidad. Varios ejemplos muestran aldeas planificadas con barrios, cementerios y distintos modelos de urbanismo. Estas comunidades, con costumbres que perduran hasta hoy, se integraron en procesos políticos y fiscales y respondieron a la presión de las élites y monasterios creando montes comunales y consejos para defender sus intereses.