Automovilismo
Había en Ourense 1332 vehículos matriculados en 1928; en 1915 eran solo 59. En 1899, el mayorista Aquiles Paris Fernández había adquirido el primer automóvil de la provincia. Lo siguieron otros ricos comerciantes y aristócratas que importaron sus máquinas vía París. Causaban expectación por donde pasaban, a veces con resultados catastróficos. Como en 1906, cuando el auto de Isidoro Temes es apedrado por una turba en un viaje a Pontevedra por considerarla una máquina infernal. Es precisamente Isidoro Temes quien inaugura la lista de coches matriculados en Ourense, adelantándose unos meses a la Real Orden de 1907 que obliga a portar placas de matrícula e inscribirse en el Gobierno civil.
En poco tiempo los automóviles dejaron de ser una anécdota. Ya en la segunda década abundan los negocios que se dedicaban a su venta, al tiempo que ofrecían servicios de garaje y reparación. Chevrolet, Mercedes, Renault, Oakland, Hispano-Suiza o Ford eran algunas de las marcas más habituales. La progresiva reducción de precio, impuestos bajos y la extensión y mejora del firme de las carreteras favorecieron la multiplicación de automóviles. Al mismo tiempo, se reglamenta adecuadamente la circulación. Después del primero código publicado en 1900, aparecen el de 1918, 1926 y el de 1928 de circulación urbana e interurbana, que en el anexo explicaba gráficamente como debía ser un adelantamiento, como se debía circular por una rotonda o mostraba los primeros modelos de señales. Previamente, en 1924, se había establecido que se debía circular por la derecha en el sentido de la marcha en todas las vías urbanas.
En 1926 la publicidad de la prensa de Ourense anunciaba el coche ideal para la mujer: «por fortuna está generalizado la agradable costumbre de que las señoras aporten al automovilismo el valioso y simpático concurso de su demostrada pericia en el manejo del volante». Las mujeres habían ganado el derecho a conducir en 1918, y aunque menos habitual de lo que decía el anuncio, hubo mujeres que abrieron camino, a pesar de que para conducir necesitaban autorización del padre o marido y seguían vetadas en los vehículos de servicios.