Charlestón
A mediados de la década llega a España un desarticulado baile, caracterizado por su dinamismo e improvisación, que responde a la imagen icono de los años veinte: el charlestón. Como todas las novedades del momento encontró acogida primero en las ciudades para extenderse rápidamente a todos los rincones, de modo que no había verbena de pueblo en la que la orquesta no lo incluyera en su repertorio. Al principio los periódicos lo califican despectivamente y las autoridades estimulan el chotis en algunos festejos oficiales. Pero las jazz–band triunfan amenizando las madrugadas con los bailes americanos: fox-trot, ragtime, shimmy, a finales de década el yale... y el tango.
Son habituales los premios y concursos de baile acompañando a las cenas americanas. Las mujeres usan vestidos con flecos y colocan ligas de las que cuelgan cascabeles para acentuar el movimiento. En paralelo al espectáculo se celebran campeonatos de resistencia, a veces con grave peligro para la salud de las personas participantes. El ourensano Manuel Cobelas, junto a su hermana (solo los hombres tenían premio) recorrió España en espectáculos, después de disputarse más de 30 horas sucesivas bailando con el campeón alemán Breslau en el Teatro Principal de Ourense y darse cuenta de que tenía una fortuna en los pies.
El protagonismo del baile era tal que dentro de las actividades organizadas con motivo de la visita real de 1927 a Ourense la jornada se corona con un té dansant (té, pastas y baile con orquesta) en el edificio de la Diputación.