Guerra del Rif o de Marruecos
En noviembre de 1912, España firma con Francia la creación del Protectorado español de Marruecos. Ese territorio estratégico, el último reducto libre sin colonizar, quedaba bajo la «tutela» de dos potencias europeas. Y ahí surgió el verdadero problema para España cuando se le encarga a un ejército limitado materialmente emprender la ardua tarea de someter al orden colonial a las beligerantes tribus del norte de Marruecos, de Yebala, Gomara y el Rif, que si algo valoraban era su independencia.
Las continuas campañas bélicas provocaban una sangría económica con un ejército, ineficaz y corrupto que consumía el 35% del presupuesto nacional. Pero fue sobre todo un drama en pérdida de vidas. Se estiman 30000 soldados muertos. Algún autor considera que de ellos 8000 eran gallegos. El momento más trágico fue la batalla de Annual en 1921, cuando son abatidos 9000. Esta masacre condujo a una grave crisis política y puso la espoleta al Golpe de estado de 1923. Tras Annual fueron movilizadas las quintas de 1918, 1919 y 1920, incluidos los soldados de cuota, obligados a ir a una guerra profundamente impopular. Hasta el fin de la guerra en 1927, la práctica totalidad de las familias españolas tuvieron en algún momento un miembro sirviendo en África. Muchos ourensanos prefirieron ser declarados prófugos (en 1917 casi el 40% de los llamados la filas no se presentaban) o exiliarse y poner tierra de por medio (el caso más conocido es el de Eduardo Blanco Amor) a tener que ir al norte de África.
Las condiciones en el frente eran penosas. Cambios bruscos de temperatura, escasez y falta de potabilidad del agua, mala calidad de los alimentos, acumulación de las tropas, falta de higiene, mojaduras, insolaciones... según lo vivió el ourensano Xosé Ramón Fernández Oxea quien, bajo el seudónimo de Ben Cho Shey, envía al periódico La Zarpa la crónica de los acontecimientos.
La larga intervención en Marruecos da lugar a un fenómeno clave en ese momento y en el futuro: la formación del grupo de los militares «africanos» que ascienden rápidamente por méritos de guerra (Sanjurjo, Mola, Franco...). Al mismo tiempo, los centros de decisión política se desplazan hacia los cuarteles. No es extraño que en septiembre de 1923 se creyeran dueños de la voluntad popular para dar un Golpe de estado.
Durante la Dictadura la guerra seguía siendo el centro de atención. En septiembre de 1925 se concluye con éxito el desembarco en Alhucemas, lo que suponía el principio del fin de la contienda. Esta hazaña le permite a Primo de Rivera conseguir gran popularidad y aplicar un plan para institucionalizar su gobierno. Restablece el Consejo de ministros con la entrada de civiles, pero sin Constitución y elecciones. En estos años la oposición al régimen será mucho mayor y las medidas represoras del régimen también más duras.