Ocio
Consciente de los cambios que implicaba la vida moderna en la ciudad el pintor Fernand Léger declaraba en 1924:
«Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra. [...] Este fanatismo, esta necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción necesaria contra esta vida que llevamos, dura y llena de privaciones».
A lo largo y ancho de la provincia existían sociedades que organizaban bailes y fiestas que se podían alargar hasta la madrugada. Particularmente renombradas fueron las del Club de tenis y Liceo en la ciudad de Ourense.
La costumbre de «pedir pareja» provocaba disturbios y peleas en las fiestas populares, suponía además «una vejación para la mujer, privándola del derecho de elección, yendo de unos a otros sin consultarle su voluntad», por esto en los festejos en que se celebraran bailes debía fijarse el siguiente aviso:
DE ORDEN DEL SEÑOR GOBERNADOR CIVIL DE LA PROVINCIA QUEDA TERMINANTEMENTE PROHIBIDO PEDIR LA PAREJA A LOS QUE ESTÉN BAILANDO. TODO EL QUE DESEE BAILAR, DEBERÁ ELEGIR SU PAREJA, SIN ESTORBAR, NI MOLESTAR A LOS QUE ESTÉN BAILANDO. LA FUERZA PÚBLICA SE ENCARGARÁ DEL EXACTO CUMPLIMIENTO DE ESTA ORDEN.
Así era de profundamente contradictoria la Dictadura. Aprobó diversas normativas que pretendían controlar ciertos hábitos pero a su vez era permisiva con los espectáculos nocturnos ligeros; que los había.
Se paseaba mucho, no tanto por ejercicio sino por dejarse ver. En la década de los 20, recordaba el cineasta Carlos Verlo, que en la Alameda de Ourense «los chicos van y vuelven de una parte y las chicas caminan en la otra mano». Tampoco había mezcla de clases sociales con la parte central reservada para el «señorío».
El cine es una de las aficiones preferidas de los ourensanos. Dejó de ser una atracción de ferias para exhibirse en salas o pabellones estables. La estructura, de madera y lata, provocaba frecuentes problemas, como el incendio del Salón de variedades en 1914. Compartían espacio con otros espectáculos: teatro, conciertos... En el Salón Apolo de Ourense, por ejemplo, pudo verse la actuación de la gran actriz Pearl White. Del mismo modo, los teatros tradicionales tuvieron que incluir las exhibiciones cinematográficas dentro de su programación. Los primeros edificios destinados exclusivamente al cine son contemporáneos al desarrollo del cine sonoro en la década de los 30: el Cine Principal en Verín de 1933, el Rialto de A Rúa de 1935, el Coliseo Xesteira de 1941 en Ourense o en 1942 el Cine Curros Enríquez de Celanova.